Algo que a estas alturas todos debemos tener muy claro es que vivimos en la sociedad de la información. Todo lo que, de cualquier manera, se publica en la red, se queda publicado de manera permanente, y siempre podremos encontrar rastros (salvo que seamos muy buenos ocultándolo). Esto ha propiciado que ya nos plantemos que publicamos y que no publicamos en redes, sobre todo en relación con nuestra vida privada y el ámbito social.
Pero ¿sabemos aplicar un filtro adecuado en el ámbito profesional?
Especialmente si nos referimos a puestos de trabajo orientados a personas con cualificación superior, como economistas, es muy frecuente que las empresas y organizaciones realicen una búsqueda en internet sobre nosotros durante un proceso de selección. No vamos a pararnos en esto, es algo obvio que todos debemos tener presente. Aún así, podemos darle la vuelta a la situación.
Precisamente esa búsqueda por parte de las empresas, que para muchos pudo suponer un miedo cuando comenzó a generalizarse, ahora lo vemos como una oportunidad. Cuidar nuestras publicaciones en redes para dar una buena imagen profesional es algo que no damos por sentado. Emplear esas mismas redes para trasmitir imagen de valor añadido también es algo común. Sin embargo, pocas veces nos planteamos la expectativa que estamos generando.
Sobre todo, cuando estamos próximos de acceder al mercado laboral, o hemos entrado recientemente, tratamos de mostrar nuestra versión, todo lo que hacemos que se diferencia un poco de los demás. ¿Es esa una imagen fiel de cómo nos comportamos profesionalmente en nuestro día a día?
Es relativamente sencillo dar imagen de un alto conocimiento, o unas avanzadas competencias, en una publicación con menos de 1.000 caracteres de extensión. Cuando ese tipo de prácticas funcionan y conseguimos acceder al mercado laboral, se puede volver algo más complicado mantener esa imagen si no era del todo fiel a la realidad. Por exponer un símil, es incluir datos falsos en un CV, versión 2022.
Cada publicación negativa resta. Cada publicación positiva del mundo profesional genera una expectativa. Generar buenas expectativas por medios digitales es sencillo, muy sencillo, y cada vez más frecuente. Lo complicado viene cuando tenemos que ejecutar esa expectativa generada en el entorno profesional en sí mismo. Cuando te contratan, la empresa y los reclutadores tendrán una imagen generada sobre ti, tienes que conseguir cumplirla o superarla, pero no podemos permitirnos quedarnos atrás.
¿Cómo podemos controlar esa expectativa inicial? Realmente, se trata de una cuestión de percepción, por lo que no es sencillo, salvo que seamos genios del branding, pero si hay dos trucos básicos que podemos aplicar.
Primero, cuando des a conocer alguna faceta o acción tuya relacionada con el mercado profesional, aporta todas las pruebas que puedas (fotos, enlaces, da detalles sobre cómo se ha desarrollado el proyecto, cosas que solo sabría quien realmente ha estado implicado, te servirán también como anécdota para humanizar tu candidatura). Todas las pruebas que creas relevantes, tampoco es cuestión de sobrecargar.
Segundo, asegúrate que todo lo que publicas coincida realmente con tu perfil profesional. Si estás convencido de que la imagen que estás dando se corresponde con tu forma de ser y tramitar, no tienes nada de qué preocuparte.
En definitiva, dar una buena imagen profesional es fundamental, y aportar el máximo valor añadido posible es algo que se debe trabajar, pero asegurémonos de que aquello que vendemos (en este caso, nosotros mismos) realmente existe. Vale más la pena sorprender por bueno, que decepcionar por exagerado.
Adonay Viera, comisión jóvenes economistas CGE, representante del Colegio de Economistas de Las Palmas.