La economía del bien común, ¿El modelo del futuro?

La afinidad o antipatía con el capitalismo es un hecho meramente subjetivo, aunque es bastante objetivo el hecho de las consecuencias negativas que este modelo provoca en la sociedad, tales como crisis económicas cíclicas, desigualdades sociales, etc. 

Al margen de afinidad o antipatía con el sistema de mercado establecido, parece haber calado en la sociedad la necesidad de un cambio en el modelo económico. Además de los autores que fundamentan sus críticas en cuestiones teóricas, en la práctica vemos como cada vez más los consumidores optan por productos de origen natural, respetuosos con el medioambiente o de comercio justo. Así, en la actualidad la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) avanza a pasos agigantados y ya ocupa un papel muy importante en las empresas. La Economía del Bien Común de Christian Felber se aproxima en gran medida a la RSC, pero supera sus dificultades y lleva esta iniciativa voluntaria un paso más adelante. Felber establece una guía sobre qué y cómo hacer para lograr el beneficio de toda la sociedad, de modo que se presenta como un modelo económico alternativo, concreto, real y posible.

Entonces, ¿en qué consiste la Economía del Bien Común?

Bien, la EBC no se concibe como un modelo hermético, con unas pautas fijas a seguir, pues se perfecciona a través del diálogo, la participación y la democracia, aunque Felber desarrolla unos puntos centrales bajo los que se fundamenta esta teoría:

  1. La EBC reposa en los valores que hacen prosperar las relaciones personales, tales como confianza, cooperación o solidaridad. Estos son los que deben prevalecer en el funcionamiento de la economía. Aquellas organizaciones que practiquen la cooperación serán recompensadas, mientras que el comportamiento no ético conlleva desventajas.
  2. Actualmente, el éxito económico se mide a través de indicadores monetarios. El dinero puede poseer gran utilidad como medio de cambio, pero no puede mostrar o aportar utilidades sociales. En la EBC, el fin que persigue una sociedad es la aportación al bien común, por lo tanto, los indicadores monetarios son sustituidos por parámetros no monetarios que sí puedan medir utilidades sociales: el balance del bien común y el producto del bien común.
  3. El balance del bien común mide en qué grado los grupos de interés de la empresa (proveedores, inversores, empleados, clientes, etc., en el eje vertical) cumplen con cinco valores básicos: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y democracia (eje horizontal). En las intersecciones se pueden evaluar 17 indicadores, así como los criterios negativos, que muestran la calificación de la empresa.
  4. Los 17 criterios son valorados porcentual o numéricamente por medio de cuatro niveles de manera que suman una puntuación. Las empresas con mayor puntuación podrán disfrutar de algunas ventajas legales: tasas de impuestos inferiores, créditos bancarios con mejores condiciones, etc. Pero, para poder disfrutar de estas generosas ventajas, es requisito indispensable que los beneficios que generen sean destinados a usos beneficiosos para el bien común.
  5. La maximización del beneficio económico deja de ser el objetivo empresarial, por lo que las empresas ya no se preocupan en crecer desmesuradamente para aumentar su riqueza y poder luchar contra la competencia. Así pueden centrarse en lograr su tamaño óptimo y lograr el crecimiento de las utilidades sociales. Del actual «sistema ganar-perder (comer o ser comidos) pasamos a uno en el que ganan todos (vive y deja vivir)».
  6. El horario de trabajo será de entre 30 y 33 horas semanales. A todos los trabajadores les corresponderá un año sabático por cada década de vida laboral, acumulables para gastar cuando se crea conveniente. En el período sabático, recibirían el salario mínimo legal o bien un salario fijado de común acuerdo por la vía democrática. La vacante que se crea es cubierta por otra persona, de forma que el nivel de paro se reduce.
  7. El reparto de poder entre Estado, sociedad y economía debe ser equitativo para que no pueda producirse un abuso del mismo. En la EBC existe entonces una limitación del patrimonio privado, que se sitúa en el tope máximo de diez millones de euros (susceptible de definirse en asamblea), lo suficiente para permitirse cualquier lujo, pero no para manipular según deseos individuales. 
  8. Por último, en la EBC es evidente la necesidad de un sistema financiero diferente. La propuesta de Felber es la banca democrática, orientada hacia el bien común, con el objetivo de que sí se transformen los ahorros en créditos accesibles para familias e instituciones. El mercado bursátil y los rendimientos del capital desaparecen, de manera que los activos monetarios de las personas no se arriesgan, permanecen seguros y estables.

Aunque, evidentemente, es más que estos ocho puntos, así son las bases que permiten entender a grandes trazos el modelo de Economía del Bien Común. Por supuesto el modelo perfecto no existe, y la EBC presenta algunas trabas, si bien es cierto que la principal es la confrontación con el sistema de mercado actual, al que parce difícil desbancar.

Pero el tiempo, continuo, constante e imparable, lleva consigo una consecuencia inevitable: el cambio. ¿La sociedad demanda un cambio inminente en el orden económico? ¿debe dirigirse la economía hacia un modelo más justo y democrático que favorezca el bien de la sociedad? ¿es la EBC el modelo económico del futuro?

Adrián López, Colegio de Economistas de Ourense

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